Un año Jubilar de la Misericordia que efectivamente concluye el próximo 20 de noviembre, durante la festividad de Jesucristo Rey del Universo y que el Papa Francisco clausurará en Roma.
La bula "Misericordiae Vultus" fue la que convocó dicho año Jubilar, intención del Papa para que todos tengan el bálsamo de la misericordia de Dios, y puedan gozar del presente en el Reino de Dios también presente.>>>Pincha aquí y lea la bula <<<
. “Eterna es su misericordia”: es el estribillo que acompaña cada verso del Salmo 136 mientras se narra la historia de la revelación de Dios.
Dicho esto, la misericordia que ha representado este año jubilar extraordinario, no debe concluir efectivamente nunca, sino que continúe eternamente su acción bondadosa, demostrando nuestra preocupación por el prójimo al que amamos con todo nuestra predisposición, y entrar en un cultura de la misericordia como he propuesto ya en varios artículos. Quien la convocó así lo pedía: para siempre fuera una de las bases más importantes de los cristianos.
La falta de paz, la esclavitud, la exclusión, la pobreza, la persecución aún persisten en nuestro mundo, y somos responsables todos, no podemos permitir esta desolación, falta de esperanza y caridad entre los hombres; para cambiarlo tenemos que empezar por ser misericordiosos, generosos, dialogantes, alegres, evangelizadores, predicar nuestra fe, la del amor y la vida eterna, la de la resurrección, comenzando por nuestro alrededor más inmediato, nuestra familia, amigos, conocidos, todo ello sin miedo, sin soberbia, siendo valientes, humildes, así prodigará el amor y abatirá el odio.
La Iglesia Católica es una Iglesia viva de un Dios vivo, porque Dios
está entre nosotros, y lo tenemos de cuerpo presente en el Sagrario, y a Dios
lo adoramos porque es nuestro Creador, junto a Él, es solo posible
ahuyentar y alejar al demonio.
No nos alejemos de la fe, perseveremos a diario, conociendo, leyendo,
estudiando, en definitiva, formándonos para en la vida actuar con más firmeza
el camino del Señor, y lo tenemos también presente con el Espíritu Santo que
nos fortalece y nos cuida con energías renovadas en cada momento. La Trinidad
Santa de nuestra fe, de nuestro único Dios nos lleva siempre al gozo y al amor
de un Reino distinto, donde los soberanos somos todos sus hijos llenos de paz.
Con María Santísima tenemos un gran escudo contra las amenazas demoníacas que
se nos presentan a diario; sólo recordar la dulzura y paz de la Madre de Dios
nos inspira perseverancia en la Fe.
Sigamos usando la misericordia como fuente para alimentar a nuestro prójimo.
Este artículo lo escribe Fabio Antonio Fernández Torres, Presidente del turno Vigen de las Penas. ANE. Málaga