domingo, 19 de febrero de 2017

SANTOS, HUMILDES, COMPASIVOS Y MISERICORDIOSOS

Lectura del libro del Levítico (19,1-2.17-18):

EL Señor habló así a Moisés:
«Di a la comunidad de los hijos de Israel:
“Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo. No odiarás de corazón a tu hermano, pero reprenderás a tu prójimo, para que no cargues tú con su pecado. No te vengarás de los hijos de tu pueblo ni les guardarás rencor, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor”».

En el libro del levítico la temática principal es la de reafirmar la pureza y la santidad del pueblo de Israel. El levítico es un libro destinado a los levitas pero estos trascienden al resto de Israel, y por ende, a toda la comunidad cristiana en la actualidad, a pesar de ser un libro eminentemente hebreo. Forma parte del Pentateuco.
Cración de la Luz de Gustave Duré
Moisés profeta del Señor transmite la palabra de Dios y dice: “ di a la comunidad de los hijos de Israel”, nosotros también ahora somos esos hijos de la Israel elegida por el Señor, y nos dice: 

      “SED SANTOS, PORQUE YO, EL SEÑOR, VUESTRO DIOS, SOY SANTO”

Somos hijos de Dios, estamos creados a su imagen y semejanza, por ello nuestro afán debe ser parecernos a Él que nos creó, tenemos la obligación de ser santos. La aptitud que debemos de perseguir es la de ser misericordiosos y compasivos y tener humildad de corazón, aceptar al prójimo y entregarle siempre sinceridad y apoyo. Esta es la buena sabiduría para con los demás.
Como en la obras de misericordia que nuestra Iglesia nos exhorta a realizar debemos de corregir al que yerra, indicarles el camino de perfección que nos pide el Señor cuando el prójimo cometa pecado, reprender para que rectifique, subsane, vuelva a la pureza que quiere nuestro Dios, todo ello sin condenar porque no debemos de cargar con ese pecado sino liberarlo, sanarlo, con ayuda y entrega de nuestro corazón.
Moisés con las Tablas de la Ley
Un verdadero perdón hacia el prójimo cuando éste subsanó y se arrepintió volviendo a la pureza de espíritu hacia el Señor, es el olvido de todo ello, incluso más allá, por amor la confianza plena, absoluta, ofreciéndole la vuelta o retorno a sus quehaceres en la comunidad de los hijos Dios.

El perdón de los cristianos es tan fuerte que acepta de nuevo totalmente al perdonado; olvida, ofrece toda la confianza de nuevo sin reparos, sin sospechas, ofreciendo amor incondicional; esto provoca la virtud de la alegría por acoger y por ser acogido, ese es el amor de Dios, la misericordia que quiere que se practique lejos de posturas vanidosas y soberbias, de desconfianzas, de alejamiento, de desamor. Es la cultura de la misericordia, de la unidad ante Dios como hijos de Él. El Evangelio está lleno de pasajes que ilustran este contenido.

Por: Fabio Antonio Fernández Torres
        Adorador Nocturno.

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